En el marco de la política educativa actual, que concibe la educación
de calidad como aquella que forma mejores seres humanos,
ciudadanos con valores éticos, respetuosos de lo público,
que ejercen los derechos humanos, cumplen con sus deberes y conviven
en paz, cobra especial relevancia pensar cómo la lectura y la escritura,
en tanto prácticas sociales y culturales, pueden contribuir con
este propósito y, por ende, situar la biblioteca escolar, en el escenario
de esta apuesta por una educación de calidad, como la instancia que
por excelencia propende por la democratización del conocimiento y
la formación de lectores y escritores para toda la vida.
En consecuencia, el Ministerio de Educación Nacional, desde las
bases conceptuales que fundamentan el Plan Nacional de Lectura y Escritura
«Leer es mi Cuento», reconoce que un buen número de las interacciones
que los sujetos establecen en su vida social están mediadas
por su participación en la cultura escrita. Por ello, la escuela, en su interés
por formar sujetos que estén en condiciones de participar de manera
adecuada en las dinámicas de la vida social (en diversos campos
como el político, el cultural y el económico), debe generar situaciones que permitan la vinculación de los estudiantes a la diversidad de prácticas
de lectura y escritura y que, además, estén en capacidad de reflexionar
y aprender sobre estas.
Esto requiere transformaciones y acciones puntuales de la sociedad
y del Estado que conlleven a que la escuela y las bibliotecas se
conviertan en espacios propicios, que garanticen el ingreso y la participación
de los sujetos en la cultura escrita.