Pero no se trata solo de mejorar el rendimiento escolar: la práctica del ajedrez ayuda
a formar el carácter y refuerza la educación en valores. Aprender a concentrarse
para resolver problemas, desarrollar hábitos estratégicos o aprender a ganar y a perder
en un deporte individual que no admite excusas, son sin duda, recursos educativos
de gran valor.
Con este libro, el lector encontrará
valiosa información acerca de cómo integrar el ajedrez en el ámbito escolar y
como debe impartirse.
En definitiva, el objetivo final de la enseñanza del ajedrez debe ser dotar a los alumnos
de la capacidad para pensar por sí mismos, una práctica que, desafortunadamente,
no está de moda en nuestros días.